Así de sencillo empezó todo y día a día ha sido una acción rutinaria agradable. Le cogí cariño, abuelo, no sé como, pero le tengo aprecio. Creo que todos los instantes compartidos, nuestros temas recurrentes: el tiempo, la família, su niñez, las perritas, la altura de mi hija y su hijo y nieto, la gente del barrio, y otros temas que ahora no me vienen en mente, formaban parte de un equilibrio emocional, era como si todas las prisas de la primera hora de la mañana se detuvieran y solo había ese momento, el instante: perritas pandilleras!
Cuando hace unas semanas no le veía sentado en sus sitios habituales, supe que algo había pasado. Ahora que se ha ido le echo de menos. Al pasar por la plaza me vienen muchos recuerdos y le visualizo allí observando con una perrita a cada lado. Siento nostalgia y agradecimiento por haber tenido la oportunidad de conocerle y charlar con usted. Agradezco ser consciente de estos pequeños momentos que se convirtieron en enriquecedores y taaaan bonitos!! Agradezco haber parado ese día y haber dado respuesta a la llamada de los ojitos de Zen y Yuri. Podía haber pasado sin decir nada o con un simple "hola", como muchas otras madres que acompañan a sus hij@s al cole. Pero me paré, ese día decidí centrar mi atención en usted y ellas y detener mis prisas.
Gracias por todos esos instantes, por todos los trocitos de pan y galletas para las perritas pandilleras, gracias por todo lo que he aprendido de usted y ellas. Allí donde ahora esté le deseo lo mejor.
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