dimarts, 7 de juny del 2022

El abuelo y las perritas pandilleras

Cada mañana y tarde allí estaba, abuelo, usted y Yuri y Zen, las perritas más adorables del barrio. Siempre con el buenos días y buenas tardes, siempre con ese deje de amabilidad y simpatía, usted, señor Ramon, se convirtió en un pilar fundamental de nuestras rutinas escolares. Usted y sus perritas, las "perritas pandilleras". Ellas que le adoraban y esperaban golosas el trocito de galleta y/o pan que usted nos ofrecía para que se los diéramos.
Es increible como una acción simple se convierte en parte de una vida, esos minutos que un día empezaron con un "hola" cuando ya no pude más y, ante la atenta mirada de Yuri y Zen, supe que necesitaba achucharlas. Esas caritas peluditas que un día captaron mi atención, esos ojitos tiernos de pillinas, esos cuerpecitos peluditos que invitaban a hundir los dedos y rascarles la cabeza y el lomo.

Así de sencillo empezó todo y día a día ha sido una acción rutinaria agradable. Le cogí cariño, abuelo, no sé como, pero le tengo aprecio. Creo que todos los instantes compartidos, nuestros temas recurrentes: el tiempo, la família, su niñez, las perritas, la altura de mi hija y su hijo y nieto, la gente del barrio, y otros temas que ahora no me vienen en mente, formaban parte de un equilibrio emocional, era como si todas las prisas de la primera hora de la mañana se detuvieran y solo había ese momento, el instante: perritas pandilleras!

Cuando hace unas semanas no le veía sentado en sus sitios habituales, supe que algo había pasado. Ahora que se ha ido le echo de menos. Al pasar por la plaza me vienen muchos recuerdos y le visualizo allí observando con una perrita a cada lado. Siento nostalgia y agradecimiento por haber tenido la oportunidad de conocerle y charlar con usted. Agradezco ser consciente de estos pequeños momentos que se convirtieron en enriquecedores y taaaan bonitos!! Agradezco haber parado ese día y haber dado respuesta a la llamada de los ojitos de Zen y Yuri. Podía  haber pasado sin decir nada o con un simple "hola", como muchas otras madres que acompañan a sus hij@s al cole. Pero me paré, ese día decidí centrar mi atención en usted y ellas y detener mis prisas. 

Gracias por todos esos instantes, por todos los trocitos de pan y galletas para las perritas pandilleras, gracias por todo lo que he aprendido de usted y ellas. Allí donde ahora esté le deseo lo mejor. 


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